Un hombre viejo, bajo, bien vestido, quien cuidaba mucho su apariencia, se está mudando hoy a una residencia de ancianos.
Su esposa de 80 años murío hace poco y él se vió obligado a dejar su hogar.
Después de esperar varias horas en recepción, gentilmente sonríe cuando le indican que su habitación ya está preparada.
Conforme camina lentamente hasta el ascensor, usando su bastón, se le describe como es su cuarto.
-"Me gusta mucho" indica con la ilusión de un niño de 9 años que ha recibido un regalo.
-"Señor, Ud. no ha visto todavía su habitación. Espere que ya queda poco para llegar".
-"Eso no tiene nada que ver.
La felicidad la elijo yo por adelantado. Si me gusta o no el cuarto no depende del mobiliario ni de la decoración, sinó de como yo decido verlo.
Ya está decidido en mi mente que me gusta mi cuarto. Es una decisión que tomo cada día cuando me levanto.
Yo puedo escoger:
Puedo pasar todo el día en la cama enumerando todas las dificultades que tengo con cada una de las partes de mi cuerpo que ya no responden bien. O puedo levantarme y dar gracias al cielo por todas aquellas que todavía trabajan bien.
Cada día es un regalo, y mientras yo pueda abrir mis ojos, me enfocaré en el nuevo día y todos los recuerdos felices que he construido a lo largo de mi vida.
La vejez es como una cuenta bancaria: tu retiras al final todo lo que has depositado durante toda tu vida.
Así que mi consejo para tí es que deposites toda la felicidad que tengas en tu cuenta bancaria de recuerdos.
Gracias por tu parte por llenar mi cuenta con recuerdos felices, los cuales yo todavía sigo depositando."